- Mi vida en esta tierra es muy breve- respondió el espectro-. Termina ésta noche.
- ¡Esta noche!- exclamó Scrooge.
- Esta noche a las doce. ¡Escucha! Mi hora se acerca.
Las campanas daban, en ese momento, las doce menos cuarto.
- Perdóname si no tengo justificación para lo que te voy a preguntar.- dijo Scrooge, observando atentamente la túnica del espíritu-; pero veo algo extraño que no forma parte de ti, asomando por debajo de tu ropa. ¡Es un pie o una garra!
-Pudiera ser una garra, pues está muy descarnada - fue la triste contestación del espíritu-. ¡Mira aquí!
De entre los pliegues de su ropa surgieron dos niños: desgraciados, abyectos, horrendos, odiosos, miserables. Se arrodillaron a sus pies y se asieron a sus vestiduras.
-¡Hombre, mira aquí! ¡Mira, mira, mira aquí abajo!- exclamó el espectro.
Eran un niño y una niña. Amarillentos, flacos, andrajosos, ceñudos, de expresión salvaje; pero postrados con humildad. Donde la gracia de la juventud debiera haber colmado sus rasgos, pintándolos con sus tintes más lozanos, una mano rancia y marchita, como la de la vejez, los había oprimido, retorcido y estirado hasta desfigurarlos. Donde los ángeles hubieran podido instalar su trono, se emboscaban los demonios y acechaban amenazadores. Ningún cambio, ninguna degradación o perversión de la naturaleza humana, del grado que fuere y a través de todos los portentosos misterios de la creación, ha producido jamás tan horribles y espantoso monstruos.
Scrooge, aterrado, retrocedió. Al habérselos mostrado de ese modo, intentó decir que eran unos niños hermosos; pero las palabras se le atragantaron antes de pronunciar una mentira de tan enorme magnitud.
-Espíritu, ¿son hijos tuyos?- es lo único que pudo decir Scrooge.
-Son hijos del hombre- respondió el espíritu, contemplándolos-. Y se aferran a mí, apelando contra sus padres. Este niño es la Ignorancia. Esta niña es la Necesidad. Gúardate de ambos y de toda su especie; pero, sobre todo, guárdate de este niño, pues en su frente veo escrita, a menos que alguien la borre, la palabra Condenación. ¡Atrévete a negarlo! -gritó el espíritu, extendiendo su mano hacia la ciudad-. ¡Mienten quienes lo niegan! ¡Admítelo para tus perversos fines, y empeóralo aún más! ¡Y espera el fin!
-¿No tienen refugio o recurso alguno? - preguntó Scrooge.
-¿No hay prisiones? - replicó el espíritu, echándole en cara por última vez sus propias palabras-. ¿No hay asilos?
La campana dió las doce.
Scrooge miró a su alrededor, en busca del espectro; y no vio nada.
(c) A Christmas Carol, by Charles Dickens.
Mmmmmm... Dickens...~
ResponderEliminarVeo que le estas cogiendo gustillo al blog xDD cuatro entradas en nueve dias no estan nada mal ^^
No sé si será mi monitor, pero los peces, los seguidores y el follw me de twitter me tapan la mitad del texto.
ResponderEliminarCuento de Navidad, es dios.
PD: Sí, soy muy gafe xD
exelente hoy en dya ignoramos todo y estamos destinados a desaparesder por este mal
ResponderEliminarAlgo demaciado cierto, no hay peor condenación que la ignorancia.
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