2.1.12

Galway querido.


Sobra decir que este ha sido, hasta hoy, el mejor viaje de mi vida. Recibí la beca MEC a mediados de Agosto, cuando yo había perdido con creces toda esperanza de viajar este verano. Con una preparación escasa y precipitada, me planté con dos maletas en el aeropuerto de Dublín, más solo que la una. Tres horas más tarde ya había llegado en bus a Galway, y el buscar mi apartamento fue un verdadero periplo. Luego resultó estar cerca, pero yo tardé en llegar un buen rato desde el centro. Desde que pisé suelo galwaiense (me acabo de inventar el gentilicio) supe que me acababa de enamorar perdidamente de aquella pequeña ciudad de la costa oeste de Irlanda. Luego vinieron tres semanas llenas de altibajos. Conocí a gente maravillosa (lo bueno de estos viajes es que son tan cortos que no te da tiempo a conocer el lado malo de las personas), pero también me sentí solo en muchas ocasiones. A veces tenía muchas ganas de volver a casa, cosa que JAMÁS me había pasado hasta entonces. Cuando acabó la segunda semana se fueron casi todos los españoles, prácticamente di mi viaje por acabado y mis ganas de irme aumentaron. Pero aparecieron Ana y David para salvarme la vida y hacerme darme cuenta de que a esa ciudad todavía le quedaban muchas librerías y tiendas de discos por descubrir. La última semana fue tan maravillosa como las otras dos primeras gracias a esas dos grandes personitas. 

Acantilados de Moher, visita obligada.
Y yo ya no me quería ir. Me había enamorado más de Galway en tres semanas que de toda España en diecisiete años. Aún cuando estoy triste recuerdo lo feliz que era allí tan solo con coger mi bici, bajar al centro, ir a la tienda de discos y, tras no comprar nada casi nunca, irme a Eyre Square a leer 1984 en el césped. Hasta las subidas agotadoras de la última semana, cuando me mudé a casa de una familia en un barrio periférico, eran placenteras. 

Galway se asienta sobre las frías aguas del Atlántico Norte.
De este viaje recuerdo sobre todo momentos concretos. Recuerdo cuando me senté en aquella cafetería con un muffin enorme y un chico llamado Jordi se fijó en mi, me preguntó de dónde era y cómo me llamaba, y ambos éramos españoles. Recuerdo ir a ver el Madrid - Barça con un más que fingido interés por el partido con ellos, conocer a Rafa y con hablar cinco minutos con él parecer que era mi amigo de toda la vida. Recuerdo cuando fuimos a cenar al McDonalds a las dos de la madrugada esas hamburguesas de 1€ que ya son míticas. Recuerdo la discoteca a la que a pocos dejaron entrar en la que ponían rockabilly, y la terraza donde conocimos a dos holandesas borrachas. Recuerdo todas y cada una de las Guinness que me tomé en todos y cada uno de los pubs a los que fui. Recuerdo ese concierto en el que un grupo tocaba Green Day, The Killers y algunos más. Recuerdo reconocer con Ana todas las canciones que sonaban en un pub. Recuerdo buscar tiendas de discos por la ciudad hasta que encontré HMV. Recuerdo Joyce's Bookstore, una librería de las que ya no quedan. Recuerdo hablar con (otra) Ana sobre pelis y que coincidiéramos en casi todas.

Spanish Arch, probablemente el mejor pub del mundo.
Pero, por encima de todo, recuerdo mi última noche y el día siguiente. Recuerdo ir por la calle y escuchar a una chica que estaba tocando "Use Somebody" de Kings of Leon. Llegaba tarde, pero me quedé escuchando toda la canción mientras la cantaba en susurros. Fue el mejor regalo que me pudieron hacer. Recuerdo mi última Guiness en un pub al que nunca había ido, recuerdo pedir el Facebook a todos los que no eran españoles, mis "chicos, no quiero irme. Chicos, una semana más." constantes. Y el último día, mi despedida con David, mi posterior despedida con Ana en la parada de bus de la catedral, y como esperé el bus durante una hora en la que se me mojaban todos los cigarrillos del asqueroso Pall Mall que prematuramente compré con Rafa en mi primera noche, con sus letras en gaélico y todo, y que me sobraron al volver a España, de lo que diluviaba. Acabé calado hasta los huesos pero no me importó, ese día no. Cogí un taxi de madrugada y fui el primero en facturar en el aeropuerto. La noche allí fue larga, pero finalmente embarqué y llegué a España por la mañana del día siguiente. A principios de Septiembre, con un calor insoportable, un sol horriblemente justiciero, y un rotundo "no" en mi boca cada vez que me preguntaban si había echado de menos mi hogar o si había tenido ganas de volver.

3 comentarios:

  1. Ah! Iralanda que recuerdos...
    Yo de adolescente iba de intercambio, primero a Blackrock al internado, y con algun año mas a Bray y a Dublin...
    Te entiendo perfectamente. Unos recuerdos imborrables.
    Por cierto soy Pérfida
    Un saludo coleguita

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  2. Qué suerte de haber viajado tú solo. Aunque seguramente cueste en un principio. Me pregunto como es buscarse las castañas uno solo.
    Recuerdo cuando visité Londres harán 3 años y mi sensación al encontrar el HMV, que tenía de toooooodo *-* además, allí los Starbucks están super tirados de precio.
    E Irlanda tiene que ser doblemente preciosa, los paisajes :) por cierto, dicen que si entiendes a un irlandés, sabes inglés de verdad jajajaja espero que fuese tu caso :)

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  3. Yo estoy mirando cosas para volver este verano a NY, pero esta vez para tres semanas y con la beca... Ojalá tenga suerte!!!

    Por cierto, nos encanta tu blog :)

    Cameron

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